Resumen
Influida por las reflexiones de Josefina Ludmer y Eugenio Zaffaroni sobre el papel del género y de la sexualidad en el discurso delictual y penal, Paula Bianchi examina detalladamente tres de los planos discursivos que se entrecruzan en la novela Le viste la cara a Dios (2012) de Gabriela Cabezón Cámara: el político, el literario-cultural y el judicial. En la primera parte del artículo Bianchi detalla el modo en que la novela equipara la captura y prostitución forzada con la industria ganadera y, en particular, con la icónica imagen del matadero y la temática de la violación en la literatura fundacional argentina. A continuación, el ensayo explora la importancia de la cultura popular —en particular el mundo del espectáculo— en la representación de la venganza y de los homicidios cometidos en defensa propia por la protagonista. Un breve apartado hace referencia al papel del discurso religioso en la novela. Según Bianchi, todos estos planos discursivos en la novela están interpelados por el discurso jurídico-penal. Si la ley escrita es inherentemente misógina y quienes deben ejecutarla —desde los jueces hasta los policías— son totalmente corruptos, ¿cómo puede esperar justicia una víctima que decide tomar la justicia por sus manos al convencerse de que ella siempre quedará al margen de la justicia? La novela de Cabezón comienza con una dedicación a las víctimas de la trata de personas en Argentina; el artículo termina posicionando la novela en relación con los feminicidios en México y a la recepción mediática de “Diana, la cazadora de ruteros”, un relato periodístico sobre una mujer mexicana que confesó haber matado a dos de los conductores de autobuses responsables de la violación y muerte de jóvenes en Ciudad Juárez.