Resumen
En un momento de progresiva normalización y asimilación de las minorías sexuales a la norma parece políticamente incongruente seguir considerando a los gays y lesbianas asimilacionistas como un activismo radical (Preciado, "Entrevista 258) y hay que reconocer que éstos no son una minoría. Es en esta compleja lucha por el derecho a la integración sin el peligro de la asimilación en la que la palabra queer, como ha señalado Preciado, se ha convertido en un signo de resistencia a la normalización. El movimiento queer del siglo XXI es un movimiento post-homosexual, pero también post-gay. Es un movimiento post-identitario y post-género. Desde esta perspectiva, "queer (...) es una posición de crítica atenta a los procesos de exclusión y marginalización que genera toda ficción identitaria. El movimiento queer no es un movimiento de homosexuales ni gays, sino de disidentes de género y sexuales que resisten a las normas que impone la sociedad heterosexual dominante atento también a los procesos de normalización y de exclusión internos a la cultura gay: marginalización de las bolleras, de los cuerpos transexuales y transgénero, de los inmigrantes..." (Preciado, blog). Partiendo de esta nueva realidad el presente ensayo pretende reflexionar sobre cuál es la función de las representaciones culturales, como espacios en los que se materializa los discursos hegemónicos y sus posibilidades de subversión, así como de la teorización realizada en el seno de dichas multitudes, en promover esta agenda de activismo y representación de las multitudes queer, especialmente de "las otras mujeres" de la era post-género, y su impacto en la transformación de los estudios de género.